Libro I Capítulo XII

…………………… El año del Señor 1484, y del imperio de los alárabes 896, juntaron sus gentes nuestros príncipes, y entrando el Católico Rey en tierra de Málaga, taló y destruyó los sembrados, huertas y viñas de la comarca, y ganó por fuerza de armas la villa de Alora por San Juan de junio, aunque algunos dicen que adelante por julio, y las de Alozaina y Setenil se le dieron a partido después. Setenil se le dio día de San Mateo, 21 de setiembre. En el mesmo tiempo envió a reconocer la villa de Cazarabonela al conde Lozano: el cual fue muerto por los moros. Y porque en el siguiente año había de proseguir la guerra por aquella parte, que es donde llaman la Hoya de Málaga, se fue invernar a Sevilla, y este año fue el Rey Católico a cierto ardid para ocupar a Loja, y no se hizo. Venida la primavera del año 485, que fueron 897 del imperio de los alárabes, el rey don Hernando volvió a entrar en la Hoya de Málaga, y hizo otra tala como la del año pasado, y por el mes de mayo le entregaron los moros la fortaleza de Coin y la de Cártama, donde murió Pedro Ruiz de Alarcón, capitán de sus altezas.
Ganó también a Benamaquex, Churriana, Pupiaria, Campaniles, Fadala, Laudín y Guaro; y poniendo en todas ellas sus alcaides, pasó sobre la ciudad de Ronda y le dio tan recios combates, que aunque parecía inexpugnable por su sitio y había dentro mucha y muy buena gente de guerra, se la entregaron los moros a partido domingo día de Pascua de Pentecostés. Ganada la ciudad, el alcaide moro que estaba en el castillo no lo quiso rendir, más el Rey lo mandó escalar y ganó por fuerza, siendo el primero que subió por la escala Alonso Hernández Fajardo, a quien los Católicos Reyes hicieron muchas mercedes. Luego se entregaron las villas y fortalezas de Junquera, Burgo, Monda, Tolox, Montejaque, Hiznalmara, Cardela, Benaoján, Montecorto, Audita, y otras de las serranías y Havaral; y los moros que vivían en ellas se holgaron de ser mudéjares y vasallos de los Reyes Católicos, porque los recibían con muy honestas condiciones, y juraron en su ley que les serían leales vasallos, y cumplirían sus cartas y mandamientos, y harían guerra por su mandado, y les acudirían con todos los tributos, pechos y derechos que acostumbraban pagar a los reyes moros bien y fielmente, sin fraude ni engaño. También los Reyes Católicos aseguraban a todos los moros igualmente, así a los que venían a darse por sus vasallos como a los que se les rendían, tomando sus personas y bienes debajo de su amparo real, y les prometían que los dejarían vivir en su ley; que no les harían ni consentirían hacer opresión alguna, y que sus lites y causas serían juzgadas por sus cadís y jueces, y por la ley que ellos llaman del xara; y les daban licencia que pudiesen tratar y contratar en cualesquier partes y lugares de sus reinos libremente, con que no entrasen en las fortalezas ni en las villas cercadas con una hora antes de puesto el sol, si no fuese por su mandado o de los alcaides y gobernadores dellas. Permitían ansimesmo que todos los que no quisiesen vivir en la tierra pudiesen vender sus bienes, y pasarse con sus mujeres y hijos y familias a Berbería, y les daban navíos en que pasasen seguros, ordenando a todos los alcaides y gobernadores de las fronteras que les hiciesen buen tratamiento. El mesmo año pues y con las mesmas condiciones se entregaron a los Reyes Católicos diez y nueve villas del Havaral, y diez y siete de la serranía de Gausín, y doce de la serranía de Villaluenga y la villa de Cazarabonela. Y a 11 de junio, día de San Bernabé, se le dio la ciudad de Marbella con las villas de Montemayor, Cortes y Alarizate, y otros diez lugares que estaban al derredor de la ciudad. Y el Rey pasó a reconocer a Málaga, y dejando derribada la fortaleza de Benalmadala, puso sus alcaides en las otras y volvió aquel año a invernar a Córdoba. Estaba en este tiempo el Zogoybi en la ciudad de Almería, y los Reyes Católicos, viendo lo mucho que importaba mantener la guerra por aquella parte para que las fuerzas del enemigo se dividiesen, hacían proveerle de dineros y de todas las otras cosas necesarias, y mandaban a los alcaides y gobernadores de las ciudades y villas de aquella frontera que le favoreciesen contra los lugares que no quisiesen obedecer, y con este favor guerreaba cruelmente con su padre y tío. Sucedió pues que estos mesmos días los granadinos, viendo que Abil Hascen estaba ciego, impedido de vejez y de enfermedades, y no hábil para gobernar el reino en tantos trabajos de guerra, le dejaron; y conociendo el valor y esfuerzo del Zagal, se llegaron a él todos los principales y le saludaron por rey, declarando por indigno de aquella sucesión al Zogoybi, por haberse aliado con los príncipes cristianos enemigos de su ley; y sacando de la ciudad a Abil Hascen con su familia, le metieron en la fortaleza de Mondújar. De aquí comenzó la última perdición de los moros de aquel reino, porque el Zagal, deseando reinar solo, trató con unos alfaquís de Almería que le diesen entrada una noche secretamente en la ciudad, para matar o prender a su sobrino; el cual fue avisado, y la mesma noche que los traidores pusieron en obra su traición tomó un ligero caballo, y se fue huyendo a tierra de cristianos. El Zagal entró en Almería, y ocupando el castillo, corrió luego al palacio pensando hallar en él a su enemigo; y no le hallando, con cruelísima rabia mató a otro hermano suyo niño, que el Zogoybi había llevado consigo porque el cruel viejo su padre no le matase, como había hecho a los demás; y hizo degollar a todos los del bando contrario que pudo haber a las manos. Esta traición y crueldad sintió tanto el Zogoybi, que jamás se pudo acabar con él que se confederase adelante con su tío, ni se fió dél, aunque se ofrecieron muchas ocasiones en que le pudiera ser provechoso. Dende a pocos días que esto acaeció, murió Abil Hascen en el castillo de Mondújar; y el Zagal, juntando las fuerzas de aquel reino, comenzó a hacer guerra a los cristianos, y en el mesmo año tuvo algunas victorias, entre las cuales fue una por el mes de setiembre, que yendo el rey don Hernando sobre la villa de Moclín, salió el rey de Granada, y peleó cerca della con el conde de Cabra, y matando a don Gonzalo de Córdoba, su hermano, le desbarató. De cuya causa el Rey dejó la conquista por aquella parte, y de vuelta cercó las fuertes villas de Cambil y Havaral, donde tenían los moros su frontera contra Jaén, y combatiéndolas con artillería, se le rindieron, y el alcaide moro [142] y la gente de guerra que había dentro se fueron a Granada. También el clavero de la orden de Alcántara, que estaba en la ciudad de Alhama, escaló y tomó por fuerza la villa de Zalia, en término de Vélez, y mandando el Rey fortalecer aquellas villas, fue aquel año a invernar a Toledo y a Alcalá de Henares.